2009/10/19

MARRUECOS (VIII): MARRAKECH

Llegamos a Marrakech al mediodía y, después de comer en el restaurante Alí donde dejamos las mochilas, el asfixiante calor hace que nos refugiemos en la sombra de una cafetería en la Plaza de Jamaa el Fna. Mientras tomamos un café, leemos los comentarios sobre esta ciudad de Ali Bey, el espía que envió Godoy en 1801 a este país, en su libro Viajes por Marruecos.

Descúbrese desde Marruecos (así llama el catalán Domingo Badía, alias Ali Bey, a la ciudad de Marrakech) la cadena de los montes Atlas, en los cuales la nieve ocupa la cuarta parte de la altura, que estimé en su totalidad hallarse sobre unos trece mil doscientos pies sobre el nivel del mar; digo poco más o menos porque para medirlos rigurosamente fueran necesarias operaciones trigonométricas, que habrían indudablemente alarmado a los bárbaros que me rodeaban...”

Dibujo de Ali Bey de Marrakech con el Atlas al fondo

“..los árabes de las montañas vecinas acuden allí a hacer sus compras. Dichos montañeses tienen todos la talla pequeña, están flacos, tostados por el sol y su aspecto es repugnante. Conóceselos con el nombre de brebes y forman una nación aparte, aunque los más de ellos hablan el árabe tan bien como los otros habitantes, se sirven de un idioma que nada se parece a aquél, excepto en las expresiones que son tomadas del mismo..” Y aquí empieza a enumerar 126 palabras con su correspondiente traducción castellana (adar, pie; aiur, luna; imi, puerta o boca...)

Conócese en las montañas muchos dialectos de la lengua brebe; todos pobres en extremo y forman jergas mezcladas con el árabe de modo que se puede pronosticar que dentro de pocos siglos habrá enteramente desaparecido la lengua brebe

Reconozcamos al espía el gran valor etnológico y lingüístico de su libro pero pongamos en su debe, la altanería de su comportamiento y su pésima labor como profeta del futuro de una cada vez más viva lengua bereber.

El sol va bajando y el largo ayuno que todos los musulmanes han mantenido durante este día del Ramadán toca a su fin.
Desde todos los minaretes se oye la voz de los almuecines llamando a la cuarta oración del día




Cenamos en la plaza y un taxi nos lleva a la moderna y cuidada Gare de Marrakech. Nos espera una larga noche en tren hasta Asilah.


(2009-9-13)

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