Después de un corto vuelo a Marrakech, volamos de nuevo sobre el asfalto hasta llegar a Imlil. Seguimos a Ibrahim y a su mula Irra por la calle donde se alinean los comercios y que pronto se transforma en pista. Atravesamos un arroyo y por estrechas veredas entre casas nos encaramamos al último confín del pueblo: el barrio de M’zik.
Allí vive Hassan Azdour nuestro anfitrión. Hassan es un bereber pequeño de vivaces ojos negros, deseoso de agradar y aprender. Su casa es sencilla, limpia y agradable. Nos saluda su madre, ataviada al estilo tradicional, nos sirven la comida sus jóvenes hermanas y vemos deslizarse silenciosamente desde el oratorio –una habitación con el suelo tapizado de alfombras- a una mujer totalmente velada de negro.
- ¿Quién era? le preguntamos después a Hassan.
- No sé. Tal vez era mi mujer o mi hermana casada. Nos dice con cierto orgullo. El mismo orgullo que también se trasluce cuando habla de su lengua. Aquí todos hablamos bereber. Es la única lengua que utilizamos. ¿El árabe? Sólo lo hablamos cuando vamos a Marrakech y alguien no entiende nuestra lengua.
Comentamos la aparente contradicción entre la forma abierta de vestir de las mujeres bereberes de cierta edad y la de algunas jóvenes como la que hemos visto. ¿Es la demostración de que aunque estén en la última casa del más alejado barrio de un pueblo perdido en el corazón del Atlas, se está a la moda?
Recordamos la anécdota que vivimos en un minúsculo pueblo sirio cerca del río Eúfrates. Nos habíamos sentado sobre unas alfombras en una casa invitados a tomar el té. La anfitriona con suma delicadeza se levantó a cubrir con una tela las piernas de nuestras compañeras. La persona que nos acompañaba comentó asombrada Es la primera vez que veo algo así. Los beduinos siempre han sido muy liberales en estos asuntos. Pienso que es la forma de indicar que son educados y que saben que esto es lo que se estila en estos momentos.
No creemos que estos comportamientos sean fundamentalistas. Tal vez sólo sean una forma –discutible- de resaltar sus diferencia con el Occidente civilizado y dictador-de- normas-de-comportamiento.
Por lo demás: comida abundante y apetitosa (harira, tayin, tris, aceite de argán...), desayuno sorprendente (pan, leche, mantequilla, miel... todo de la casa), ducha amplia y agradable, papel en el servicio...
(2009-9-7)
2009/09/30
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