2010/03/29

"DICEN QUE IQUIQUE ES GRANDE COMO UN SALAR"

En el N no hemos visitado Iquique, otro de los lugares de nuestra geografía mítica desde que Quilapayún interpretara la épica Cantata de Santa María de Iquique. Los 500 km desde San Pedro de Atacama (sólo ida) nos han desanimado. Sin embargo, cuando desde Santiago cruzamos en autobús los Andes en dirección a Mendoza atravesando cerros majestuosos, tenemos como compañero de viaje a Fernando Echeverría Sánchez, un minero de Iquique.
Fernando es de baja estatura, fuerte complexión y con un agradable rostro mestizo que le hace no aparentar los 52 años que tiene. Se siente a gusto hablando con nosotros y nota que el sentimiento es mutuo. Hablamos y hablamos durante las seis horas de viaje.
El gerente de la mina le ha concedido un permiso de 48 horas para visitar a la familia y comprobar que ni ella ni su casa han sufrido daños con las réplicas del terremoto. Después de un viaje de 2300 km. llegará esta noche a Mendoza y saldrá de nuevo hacia el trabajo mañana por la tarde.
Nos cuenta que nació en Chile en una familia campesina. Parte de su familia (y él entre ellos) huyó de Chile cuando el golpe de Pinochet y se instaló en la argentina Mendoza. Tres años más tarde tuvo lugar el golpe militar encabezado por el general Videla "menos violento que el chileno".
Él siempre ha pensado que los trabajadores tienen que exigir sus derechos y no entiende que por ello le llamen comunista. Tampoco entiende porque sus compañeros chilenos le llaman, con ánimo hiriente, el argentino cuando él nació y trabaja en Chile. Le gustan más los argentinos que los chilenos porque éstos "están más mezclados". "Como yo, por ejemplo, que tengo sangre española que me viene del apellido Sánchez e india, del apellido Echeverría". No le hacemos ver lo curioso que nos resulta su afirmación.
Nos cuenta que trabaja 9 horas diarias durante 20 días seguidos y descansa 10 días, que en Chile se cobra tres veces más que en Argentina, que trabajan a más de 3000 m de altura en una mina de cobre, que vive en un barracón con otros tres compañeros, que come y pasa el tiempo de ocio en la cantina de la empresa, que tienen totalmente prohibido el alcohol, que a los que trabajan a más de 4000 m les suben y les bajan todos los días desde ña mina, que su sueño desde la infancia es el de ir a Australia, que un cuñado suyo ha quedado en paro en Barcelona y no sabe que va a hacer porque tiene que pagar la hipoteca del piso, que él nunca hubiera comprado un piso allí, que tiene una hija de 30 años con algún tipo de problema, que no quiere que se case porque su marido haría con ella lo que quisiera, que es asmático... Lleva sin comer desde ayer y guarda el sandwich que nos han dado en el autobús, quizás para llevarselo a su mujer o a su hija.
El cansancio y el hambre no le impiden actuar como guía turístico para nosotros: aquel cerro es el Aconcagua, a eso le llaman el puente del Inca, hay un sitio para comer en Mendoza...
Es una persona noble y afectuosa, como tanta otra gente que estamos encontrando en nuestro viaje.
Cuando nos despedimos y le pregunto si tiene acceso a Internet, sonríe.

Martxoak 3