Es conocido el genocidio llevado a cabo por los españoles contra la
población indígena americana de forma consciente (esclavizaron,
maltrataron y asesinaron) e inconsciente (propagaron enfermedades para
las que los indígenas no tenían defensas). No hay atenuantes. La
historia ha juzgado y considerado culpables a reyes, obispos, soldados,
sacerdotes, comerciantes y demás ralea. Sólo faltan el reconocimiento y
la reparación.
Lo que no es tan conocido (al menos en estos pagos peninsulares) es la actuación de los criollos, los americanos nuevos, los descendientes de los conquistadores, una vez que consiguieron liberarse de la Corona española.
Ahora que se festeja en varios países sudamericanos el segundo centenario de su independencia y se celebran las hazañas de los Libertadores, conviene mirar atrás de forma crítica y considerar el comportamiento de esas burguesías y oligarquías criollas, hijas de los postulados vanguardistas de la Revolución Francesa en su relación con la población indígena. Y, en ese análisis, no salen bien paradas.
Veamos el caso argentino.
La zona que heredaron esos nuevos americanos era prácticamente un corredor que desde el Mar del Plata se dirigía hacia el NO hasta llegar a la cordillera de los Andes. El corredor englobaba las ciudades de Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Tucumán... Quedaban al NE el Chaco y al S la inmensa Patagonia, ambas regiones con una importante población indígena.
Argentina en 1881
La actuación del nuevo poder fue bien distinta en ambas zonas.
El Chaco, lindante con regiones de clima adecuado para las grandes plantaciones de caña de azúcar o algodón (necesitadas de mucha mano de obra), se convirtió en suministradora de trabajadores indígenas. En esta región se respetó la vida de la población originaria y se la hizo trabajar en las rentables explotaciones en condiciones de semiesclavitud.
La Patagonia, sin embargo, no era apta para ese tipo de explotación. Allí lo rentable era la ganadería intensiva con poca mano de obra. El indígena empezó a molestar. La reducción de sus campos de caza les llevó a luchar entre ellos y a cazar el ganado de los terratenientes (caballos, ovejas -para ellos el guanaco blanco- ...) y se decidió su exterminio. La empresa fue llevado a cabo sin compasión y de forma exitosa: no quedan apenas indígenas en la Patagonia argentina.
En mayo de 1832 el general Rosas comienza su primera incursión hacia el suroeste, en dirección a las provincias patagónicas de Río Negro y Neuquén con la intención de aniquilar a los indios puelches y ranqueles. Cuatro meses más tarde el diario de Buenos Aires la "Gaceta Mercantil", daba a conocer los resultados de la breve campaña: "3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros de ambos sexos". La campaña se cerró con más de 10.000 indígenas muertos.
General Rosas. Palermo (Buenos Aires)
Durante esa época el científico inglés Charles Darwin, investigaba en tierras patagónicas y al enterarse de las incursiones contra los indios escribió: “Siéntese profunda melancolía al pensar en la rapidez con que los indios han desaparecido ante los invasores. Aquí todos están convencidos de que ésta es la más justa de las guerras. ¿Quién podría creer que se cometan tantas atrocidades en un país cristiano y civilizado? Creo que dentro de medio siglo no habrá ni un solo indio salvaje al norte del Río Negro” (del libro” Viaje de un Naturalista Alrededor del mundo”)
En 1879 el general Roca inicia una expedición conocida como la Conquista del Desierto que terminará con un clamoroso éxito. Su informe al Congreso dice: “14.172 indios fueron reducidos, muertos o prisioneros (algunos historiadores elevan esa cifra a 35.000) Seiscientos indígenas fueron enviados a la zafra en Tucumán. Los prisioneros de guerra fueron incorporados al Ejército y la Marina para cumplir un servicio de seis años, mientras que las mujeres y los niños se distribuyeron entre las familias que los solicitaban (para servicios domésticos o adopción forzada) a través de la Sociedad de Beneficencia”
General Roca. Buenos Aires.
Otras campañas se desarrollaron más al S, con la connivencia de los países más civilizados:
En 1882 el periódico londinense Daily News publicó un reportaje sobre las posibilidades económicas de Tierra del Fuego:
“Se piensa que la Tierra del Fuego sería adecuada para ganadería, pero el único problema en este plan es que, según parece, sería necesario exterminar a los fueguinos (shelk’nam u ona)..."
La introducción de las estancias ovejeras creó fuertes conflictos entre los nativos y los colonos europeos.. Las grandes compañías ovejeras llegaron a pagar una libra esterlina por cada shelk'nam muerto, lo que era confirmado presentando manos u orejas.
Los shelk’nam también eran molestos para las compañías mineras e iniciaron su exterminio . En la matanza destacó la figura del oligarca rumano Julio Popper que persiguió, mató y robó las pertenencias de los indígenas y exhibió sus hazañas en un álbum fotográfico.
Julio Popper y alguno de sus hombres con los indios que acaban de cazar.
El pensamiento anti-indio se hizo doctrina oficial en la Argentina del siglo XX, justificando el genocidio, el destierro y el saqueo. En un libro de geografía, aprobado como texto escolar por el Ministerio de Educación, y escrito en 1926 por el profesor Eduardo Acevedo Díaz, se podía leer “La Republica Argentina no necesita de sus indios. Las razones sentimentales que aconsejan su protección son contrarias a las conveniencias nacionales"
Lo que no es tan conocido (al menos en estos pagos peninsulares) es la actuación de los criollos, los americanos nuevos, los descendientes de los conquistadores, una vez que consiguieron liberarse de la Corona española.
Ahora que se festeja en varios países sudamericanos el segundo centenario de su independencia y se celebran las hazañas de los Libertadores, conviene mirar atrás de forma crítica y considerar el comportamiento de esas burguesías y oligarquías criollas, hijas de los postulados vanguardistas de la Revolución Francesa en su relación con la población indígena. Y, en ese análisis, no salen bien paradas.
Veamos el caso argentino.
La zona que heredaron esos nuevos americanos era prácticamente un corredor que desde el Mar del Plata se dirigía hacia el NO hasta llegar a la cordillera de los Andes. El corredor englobaba las ciudades de Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Tucumán... Quedaban al NE el Chaco y al S la inmensa Patagonia, ambas regiones con una importante población indígena.
Argentina en 1881
La actuación del nuevo poder fue bien distinta en ambas zonas.
El Chaco, lindante con regiones de clima adecuado para las grandes plantaciones de caña de azúcar o algodón (necesitadas de mucha mano de obra), se convirtió en suministradora de trabajadores indígenas. En esta región se respetó la vida de la población originaria y se la hizo trabajar en las rentables explotaciones en condiciones de semiesclavitud.
La Patagonia, sin embargo, no era apta para ese tipo de explotación. Allí lo rentable era la ganadería intensiva con poca mano de obra. El indígena empezó a molestar. La reducción de sus campos de caza les llevó a luchar entre ellos y a cazar el ganado de los terratenientes (caballos, ovejas -para ellos el guanaco blanco- ...) y se decidió su exterminio. La empresa fue llevado a cabo sin compasión y de forma exitosa: no quedan apenas indígenas en la Patagonia argentina.
En mayo de 1832 el general Rosas comienza su primera incursión hacia el suroeste, en dirección a las provincias patagónicas de Río Negro y Neuquén con la intención de aniquilar a los indios puelches y ranqueles. Cuatro meses más tarde el diario de Buenos Aires la "Gaceta Mercantil", daba a conocer los resultados de la breve campaña: "3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros de ambos sexos". La campaña se cerró con más de 10.000 indígenas muertos.
General Rosas. Palermo (Buenos Aires)
Durante esa época el científico inglés Charles Darwin, investigaba en tierras patagónicas y al enterarse de las incursiones contra los indios escribió: “Siéntese profunda melancolía al pensar en la rapidez con que los indios han desaparecido ante los invasores. Aquí todos están convencidos de que ésta es la más justa de las guerras. ¿Quién podría creer que se cometan tantas atrocidades en un país cristiano y civilizado? Creo que dentro de medio siglo no habrá ni un solo indio salvaje al norte del Río Negro” (del libro” Viaje de un Naturalista Alrededor del mundo”)
En 1879 el general Roca inicia una expedición conocida como la Conquista del Desierto que terminará con un clamoroso éxito. Su informe al Congreso dice: “14.172 indios fueron reducidos, muertos o prisioneros (algunos historiadores elevan esa cifra a 35.000) Seiscientos indígenas fueron enviados a la zafra en Tucumán. Los prisioneros de guerra fueron incorporados al Ejército y la Marina para cumplir un servicio de seis años, mientras que las mujeres y los niños se distribuyeron entre las familias que los solicitaban (para servicios domésticos o adopción forzada) a través de la Sociedad de Beneficencia”
General Roca. Buenos Aires.
Otras campañas se desarrollaron más al S, con la connivencia de los países más civilizados:
En 1882 el periódico londinense Daily News publicó un reportaje sobre las posibilidades económicas de Tierra del Fuego:
“Se piensa que la Tierra del Fuego sería adecuada para ganadería, pero el único problema en este plan es que, según parece, sería necesario exterminar a los fueguinos (shelk’nam u ona)..."
La introducción de las estancias ovejeras creó fuertes conflictos entre los nativos y los colonos europeos.. Las grandes compañías ovejeras llegaron a pagar una libra esterlina por cada shelk'nam muerto, lo que era confirmado presentando manos u orejas.
Los shelk’nam también eran molestos para las compañías mineras e iniciaron su exterminio . En la matanza destacó la figura del oligarca rumano Julio Popper que persiguió, mató y robó las pertenencias de los indígenas y exhibió sus hazañas en un álbum fotográfico.
Julio Popper y alguno de sus hombres con los indios que acaban de cazar.
El pensamiento anti-indio se hizo doctrina oficial en la Argentina del siglo XX, justificando el genocidio, el destierro y el saqueo. En un libro de geografía, aprobado como texto escolar por el Ministerio de Educación, y escrito en 1926 por el profesor Eduardo Acevedo Díaz, se podía leer “La Republica Argentina no necesita de sus indios. Las razones sentimentales que aconsejan su protección son contrarias a las conveniencias nacionales"